En días pasados tuve la oportunidad de compartir unos momentos
con las Madres de la Caravana “liberando la esperanza”, qué cruza por México.
Aunque mi intención era terminarla por motivos de salud ya no pude acabarla hasta
Tapachula. Sin embargo, puedo relatarle brevemente lo qué aprendí y viví con estas
grandes señoras.
Lo qué más me sorprende y bien lo dijo mi colega Encarni P.
(una excelente fotógrafa Española), lo qué más sorprende es su capacidad de sonreír.
Aunque muchas veces esa sonrisa continua en llanto, recuerdo aún las palabras de
Mary, la cual perdió a su hija en una red de Trata de personas qué opera desde Nicaragua,
“hay días qué puedo reír y estar contenta, sin embargo, hay otros días donde me
tiro y lloro desconsoladamente”, creo qué lo más sorprendente de estas madres es
qué nunca pierden la fe. Y, esta misma fe, la hacen cruzar fronteras, y aunque las autoridades simulan,
realizando desayunos, comidas y cenas en su honor, e incluso haciendo encuentros,
qué en la mayoría de las veces culminan
en nada productivo, ellas siguen y seguirán su lucha.
Otro caso, qué me dejo boquiabierta, es el de Doña Teo, una
madre qué desde hace 32 años no ve a su hijo, el cual huyo de la guerrilla y se
vino a refugiar a México y en lo particular, creía complicado de resolver, cuál
fue mi sorpresa que Rubén, lo pudo hallar en una zona de Veracruz, creo qué lo mágico de la Caravana, hay cosas qué no tienen lógica ni razón y “de repente”,
se dan. Esto es lo qué me han enseñado estas
madres, no importa qué suceda y qué problemas tengan (desde lo económico, social
o emocional) ellas siguen luchando.
Sin duda, en esta Caravana encontré fuerza y dignidad, pues aunque
muchas de ellas parecen personas muy serias, es cuestión “que se le prenda la
mecha”, y son mujeres empoderadas. Aún recuerdo a una de ellas, diciendo frente
al grupo de trabajo de DF, en la Comisión
de Derechos Humanos del DF, “… y solo
cuando venga a recoger el cadáver de mi hijo, me darán la visa”, en ese
momento, más de uno se soltó a llorar. Lo qué me hace reflexionar, ¿en qué
punto dejamos de ser humanos y solo somos un documento? Muchas veces pienso, ¿es
correcto lo qué hago? ¿Me llevará algún lado trabajar para y por los migrantes?
Y, al ver tal muestra de integridad y fe, me da mucha energía para seguir.
Para concluir, puedo decir qué son las mujeres más luchadoras
y combativas qué conozco, y me pongo a pensar, qué el amor es el motor de su
lucha.
En fin, queda para la reflexión.